
Publicado por Karina Orzechovski en COVID-19 el 2020-06-21
La situación de aislamiento social que la pandemia nos impone, influye en la forma en que nos vinculamos con nuestros seres más cercanos, con aquellos que convivimos, produciéndose a menudo una sobresaturación en estos vínculos afectivos. La psicología, desde un enfoque comportamental, puede aportar algunos consejos que pueden ayudar a mantener y mejorar estos vínculos cercanos, especialmente en un momento como el del confinamiento social que estamos atravesando.
Dada nuestra naturaleza social, la relación con otras personas es fuente de reforzamiento positivo. La presencia, compañía y atención de otros, son indudablemente motores en nuestra vida. Cuando una persona quiere a otra, lo hace porque esa persona representa una fuente de placer, afecto, amor, compañía, ayuda, divertimiento o cualquier otro potencial valor positivo reforzante.
Los reforzadores positivos son estímulos que tienen la capacidad de activar las áreas cerebrales relacionadas con el placer. Los más primitivos se hallan biológicamente determinados, como la comida, el agua y el sexo. A partir de ellos, en tanto se fue desarrollando nuestro lenguaje, los reforzadores positivos se fueron ampliando hasta cuestiones culturalmente determinadas, excediendo las necesidades básicas. Entonces, por ejemplo, una prenda de vestir, una computadora, un libro, una serie, un paseo en coche son también hoy en día reforzadores positivos. Obviamente, estos reforzadores varían de persona a persona.
Volviendo a los vínculos como reforzadores, en general, pasar tiempo con nuestra familia, podría resultarnos reforzante. Si hablamos de un vínculo sano, es esperable que esto suceda. En el caso de la relación de pareja, muchos aspectos reforzantes se resumen en una sola fuente de refuerzo positivo, el sexual, la ayuda mutua, el compañerismo, los proyectos en común, etc.
Adicionalmente, estos reforzadores positivos circulan en forma bidireccional, ya que el círculo virtuoso de las relaciones humanas basadas en el afecto, se basa en un sentimiento recíproco.
Cuando se sacia el efecto reforzante
La saciedad tiene lugar cuando un estímulo apetitivo pierde su poder reforzante por presentarse en exceso, durante un lapso largo e ininterrumpido. Esto aplica para una actividad, una comida, un paisaje y también para las relaciones humanas, aun las que se entablan con seres queridos.
Debido a la situación actual de confinamiento, se pierde parte del placer que conlleva la convivencia con quien o quienes comparten nuestro hábitat, ya que el efecto reforzante de tales relaciones se ve saciado o sobresaturado. El estar juntos todo el día, y durante tantos días, puede incluso tornarse aversivo. Así es como aparecen sentimientos de enojo o irritabilidad que, al tratarse de un vínculo recíproco, se retroalimentan. Es entonces cuando el clima familiar se negativiza, y aparecen los roces y peleas.
La situación de encierro genera en todos una sensación de tedio y aburrimiento, y esta sensación se traslada a la convivencia, ya que los habitantes de la casa se encuentran todo el tiempo presentes, y esto se potencia si los metros cuadrados compartidos son pocos y se suma la falta de intimidad.
Cómo afrontar mejor esta hiperconvivencia
Debemos en primer lugar tener presente en todo momento que la situación que transitamos es atípica y que, por lo tanto, propicia la aparición de ideas, sensaciones, emociones y conductas que no son las habituales.
Es clave no tomar como significativo aquello que acontezca en este periodo de aislamiento, en esta especie de “gran hermano” en el que nos encontramos hace más de cien días. Es recomendable no tomar grandes decisiones ni sacar demasiadas conclusiones durante este tiempo.
Este contexto de incertidumbre, estrés y aislamiento, puede propiciar una activación emocional importante, presentándose sentimientos de enojo, irritabilidad, tristeza y ansiedad. Esto puede aumentar el nivel de conflicto, con frecuentes discusiones y peleas, llegando a un clima hostil, que llamamos “escalada” del conflicto, donde predomina la ira. En estos casos, es necesario tomar distancia y hacer lo que se llama “tiempo fuera” que significa correrse del lugar donde está teniendo lugar la discusión, para hacer un stop, tomar distancia. El objetivo es poder detener el pensamiento y distraer la mente, hasta regular la emoción y encontrar las palabras que permitan retomar la conversación de otra manera.
Pongamos en práctica la asertividad, expresando en forma no agresiva pero con claridad y respeto lo que pensamos y sentimos, sin incurrir en la “lectura de mente”, una distorsión cognitiva que consiste en creer que los otros saben lo que yo pienso, siento o espero de ellos sin yo decirlo.
Otra pauta orientada a reducir el efecto saciedad mencionado anteriormente, es que cada miembro de la familia dedique parte de su tiempo a realizar actividades en las que no participe el grupo conviviente, ya sea en forma individual o mediante comunicación virtual con otras personas. Si es posible, es recomendable crear espacios diferenciados dentro de la casa, si no se dispone de un ambiente separado, prestando atención a la orientación de los muebles: algunos simples cambios pueden favorecer la intimidad. El uso de auriculares es una buena opción si se debe compartir el espacio. Estos momentos de distanciamiento emocional ayudarán a reducir la saturación de los vínculos al focalizar la atención en actividades que despierten nuestro interés.
Por otro lado, es fundamental la organización de tareas en el hogar, y una forma de no saturarse también de las tareas, es procurar rotarlas entre los habitantes de la casa.
Es importante también intentar acordar algunas actividades que puedan compartirse y disfrutarse en conjunto. Puede ser cocinar juntos, mirar una buena película o serie, o jugar un juego de mesa.
Este periodo nos pone a prueba en muchos aspectos, y los vínculos familiares están incluidos. Sería bueno salir fortalecidos de esta experiencia.