
Publicado por Karina Orzechovski en COVID-19 el 2020-06-21
La planificación es una capacidad que nos facilita la organización y el logro de nuestras metas y objetivos. Pero la flexibilidad de una planificación es crucial en contextos inestables, ya que va a determinar que pueda siempre existir un Plan B
Es innegable que la mayoría de nuestros planes y proyectos se vieron afectados por esta pandemia. Fijando prioridades entre lo urgente y lo importante, sin dudas lo primero es sobrevivir, mantenerse sano y salvo, dentro de lo posible. Pero una vez que pase la crisis sanitaria, nos encontraremos con lo que no pudo ser, con los objetivos y metas que se pospusieron o directamente se cancelaron, y necesitaremos echar mano de nuestra herramienta más valiosa en esos casos: la flexibilidad.
Durante esta pandemia, el mundo entero se detuvo, y la incertidumbre se convirtió en moneda corriente. Los seres humanos no nos llevamos bien con la incertidumbre, necesitamos una base firme donde pararnos, saber qué sucederá mañana nos mantiene estables y seguros. Aunque en algunos países (como el nuestro), existe un cierto entrenamiento para lidiar con la incertidumbre, no es algo con lo que nos llevemos bien.
El no saber cómo ni cuando podremos retomar nuestra vida normal, provoca sentimientos de inestabilidad e inseguridad, que en muchas personas pueden traducirse en gran malestar. Muchos de nosotros teníamos un 2020 planificado, ya sea a nivel profesional o personal, y nos encontramos ahora siendo espectadores del pasar de los días, semanas y meses sin tierra firme a la vista.
No todas las personas son habilidosas para lidiar con este tipo de contextos. Hay quienes se aferran fuertemente a sus proyectos, y les es difícil recalcular. Quedan bloqueados debido a su dificultad para flexibilizar, para encontrar planes alternativos y reestructurar sus expectativas.
La planificación es una capacidad que nos facilita la organización y el logro de nuestras metas y objetivos. Pero la flexibilidad de una planificación es crucial en contextos inestables, ya que va a determinar que pueda siempre existir un Plan B (ó Plan C, ó Plan D.…).
Por cierto, es un arte lograr un balance entre la flexibilidad y la improvisación. No se trata entonces de carecer de una dirección, de un objetivo que nos marque el camino a seguir. Como siempre, el equilibrio es lo más adecuado. Planificar, pero con flexibilidad, siendo capaces de adaptarnos a los cambios si es necesario.
La rigidez cognitiva es la dificultad de generar alternativas, de solucionar problemas o adoptar la solución adecuada según la situación, si esto implica cambiar nuestro pensamiento, creencias o expectativas para adaptarnos a un cambio contextual. La rigidez cognitiva limita nuestra capacidad de adaptación, reduciendo nuestro repertorio conductual.
No tendremos opciones para explorar, si siempre entramos por la puerta segura y conocida.