La persona puede o no reconocer que su miedo es excesivo o irracional, aunque la ansiedad debe ser desproporcionada para el peligro o amenaza implicado en la situación y para el contexto sociocultural, para que se diagnostique una Fobia Específica.
En el caso de la fobia a la sangre suelen aparecer náuseas y desvanecimiento y no siempre se da el miedo. Como consecuencia de la exposición al estímulo fóbico, se produce una respuesta inmediata de ansiedad que puede llegar incluso a ataque de pánico.
Las situaciones fóbicas son evitadas o se soportan con ansiedad o malestar intensos. La evitación, anticipación ansiosa o malestar en las situaciones fóbicas interfieren marcadamente en la vida normal de la persona o en sus actividades laborales, académicas o sociales, o existe un malestar intenso.
En lo que respecta a la activación autónoma al encontrarse en la situación temida, la emoción de miedo está asociada a una activación del sistema nervioso simpático: taquicardia, palpitaciones, aumento de la presión sanguínea, respiración acelerada, opresión en el pecho, temblor, tensión muscular, sudoración, malestar estomacal o intestinal. En contraste, la emoción de asco está asociada a activación parasimpática: desaceleración cardiovascular, disminución de la temperatura de la piel, boca seca, náuseas, dolor o malestar en el estómago e incluso mareo.
Las expectativas elevadas de miedo/pánico/asco y peligro, junto con la percepción de carencia de recursos para afrontar la emoción y/o el estímulo fóbico, facilitan la evitación de las situaciones temidas. La conducta de evitación es reforzada negativamente, ya que previene el aumento de la ansiedad y, según la percepción del paciente, impide la ocurrencia de consecuencias aversivas.
Ahora bien, la evitación contribuye a mantener las expectativas de peligro, ya que no permite comprobar hasta qué punto las expectativas de amenaza son realistas o no, e impide realizar determinadas actividades deseadas. Por otra parte, la fobia puede ser también reforzada positivamente por parte de otras personas (ayuda para prevenir las situaciones temidas, atención, cuidados, satisfacción de la necesidad de dependencia) y esto contribuir al mantenimiento de la misma. Si las situaciones temidas no se pueden evitar, es posible que aparezca un sesgo atencional o hipervigilancia hacia los estímulos temidos, que puede facilitar el escape de la situación temida.
El tratamiento con Terapia Cognitivo Conductual, de probada eficacia, utiliza diversas técnicas, como la Reestructuración Cognitiva, el entrenamiento en Respiración Controlada y principalmente la Exposición gradual y sistemática.
La exposición permite romper o reducir la asociación entre los estímulos internos/situaciones temidos y la ansiedad, comprobar que las consecuencias negativas anticipadas no ocurren, aprender a tolerar la ansiedad y relacionarse de otra forma con las experiencias internas (sensaciones, pensamientos, emociones), de modo de aceptarlas y responder de un modo más libre y flexible en su presencia, en función de vivir la vida que se desea.